La casa de Asterión

miércoles, febrero 28, 2007

Contrastes

Las manos de mi abuelo eran/son las más cálidas que conocí. Él era de contextura física importante, por no decir que era grandote y gordo, o por lo menos así era en sus mejores épocas. Siempre que me veía, sobre todo cuando era chica, tomaba mi cara con sus dos manos enormes, calientes, gordas, peludas. Sentía su calor y su ternura. Mi cara era atrapada por esas manos. El acto duraba un momento pero la sensación persistía y todavía la recuerdo. Por eso, no me canso de repetir que el cuerpo que descansaba en ese cajón no era mi abuelo. Sólo atiné a besar su frente y era lo que presentía, fría, glacial. No, definitivamente, no era él.